Capítulo VIII: Revelación


-Vaya- fue todo lo que Josh pudo decir al verme bajar por las escaleras, mientras abría los brazos por el asombro. La impresión de Clarice fue algo más efusiva.
-Cariño te ves preciosa-dijo en un tono tan agudo que casi me dejó sorda. Se llevo las manos a la cara como si estuviera reteniendo el llanto y luego corrió a mi encuentro. Me abrazó muy fuerte y giró para ver nuevamente mi apariencia, como si no terminara de creérselo.
-Estas deslumbrante Danielle-dijo sin poder ocultar la alegría en sus palabras- y el vestido es precioso también, y te queda tan ceñido, no sabía que tenías tan linda figura, deberías mostrarla más seguido-dijo riéndose de mi expresión cuando dijo esas palabras.
-No hables tonterías- contesté roja por la vergüenza, mientras me abanicaba por el súbito ardor que sentí en mis mejillas.
-Chicas lamento interrumpirlas, pero creo que sería mejor si nos fuéramos, sino llegaremos tarde-dijo haciendo un gesto con la mano que indicaba su reloj de pulsera.
-Cierto- asentí-adiós Lila nos vemos en un par de horas-pronuncié mientras le soplaba un beso y salía por la puerta.

Ingresé en el asiento trasero del convertible Cadillac ElDorado del 69’, totalmente restaurado, que pertenecía a Josh, ese auto era su orgullo. Su padre se lo había regalado a los 14 y desde entonces había invertido todos sus veranos en el, bueno, todos sin contar el ‘ultimo, ya que es se lo había dedicado por entero a Clarice.
Josh ingresó en el asiento del piloto y Clarice en el del copiloto y emprendimos marcha hacia el salón del hotel St. Benedict, que era donde se realizaría el baile.
Mientras yo iba concentrada en mis pensamientos, mirando como los arboles se desvanecían a nuestro paso, Josh y Clarice hablaban de lo bien que lo pasaríamos en el baile y de que todo el mundo estaría ahí. “El evento de la temporada”, lo llamaron. Me limité a sonreír y a asentir a todo lo que decían, sin prestar real atención.
El convertible se detuvo justo enfrente de la entrada del imponente hotel, el cual anunciaba el baile de bienvenida del Instituto St. Joseph.
Descendí del auto con cuidado para no arrugar mi vestido y uno de los jóvenes que aparcaban los autos, me extendió su mano para servirme de apoyo. Le di las gracias, y con la mirada busqué a mis amigos.
Josh le entregó las llaves del auto al muchacho que me había ayudado a bajar y le pidió que tuviera mucho cuidado con su “Bebé”.
Clarice y yo nos dirigimos una mirada cómplice, y nos reímos por lo bajo.

-Señoritas- dijo Josh, ofreciéndonos a cada una uno de sus brazos.

Ambas aceptamos con gusto y caminamos hacia el recibidor del hotel. Allí nos dirigimos hacia un amplio mesón donde había tres señoritas, todas de diferente aspecto, pero con el mismo peinado y uniforme. Una de ellas se acercó a nosotros y no regaló una amplia sonrisa.

-Bienvenidos al hotel St. Benedict, en que puedo ayudarlos- dijo de manera automática la mujer de unos 27 años, cabellos rubios y profundos ojos verdes.
-Estamos aquí para el baile de bienvenida- dijo Clarice en voz dulce y cortes, esa voz que siempre usaba con los desconocidos.
-Muy bien-dijo la joven suavizando sus facciones y ampliando aun mas su sonrisa-sigan derecho por el pasillo y doblen a la derecha, ahí está el salón Rose, que es donde se está realizando el baile-señaló con sus manos para hacer su explicación algo mas especifica.
-Muchas gracias- contestó Clarice entrecerrando los ojos y dedicándole a la mujer una amable sonrisa, la cual le contestó con el mismo gesto.

Clarice siempre había tenido la cualidad de hacer sentir cómoda a las personas con su sonrisa, era como un don especial, el mismo que me había cautivado el primer día de clases en el Instituto cuando yo era la chica nueva de la ciudad y ella se acercó amablemente para darme la bienvenida. Desde entonces, jamás habíamos vuelto a separarnos.
Josh agarró un puñado de los dulces que se encontraban en un bol sobre el mesón y con la otra mano hizo una señal juguetona y coqueta de despedida a las recepcionistas, las cuales se quedaron paralizadas frente a su cautivadora sonrisa. Josh sabía el efecto que causaba su sonrisa, por lo tanto la utilizaba siempre que se le daba la oportunidad. Clarice no se ponía celosa, sabía que su novio era coqueto por naturaleza, y no había nada que pudiera hacer contra ello. Además ella y yo sabíamos que él no era capaz de mirar a ninguna otra como miraba a mi amiga.
Caminamos del brazo de Josh hasta la entrada del salón y nos detuvimos allí un par de segundos para contemplar la magnífica manera en que este estaba decorado. No había ningún rincón del salón que no estuviera cubierto por esplendidas guirnaldas vaporosas color verde y amarillo, y globos de las mismas tonalidades.
Los asistentes bailaban al ritmo de una banda local, ubicada sobre una tarima en el fondo del salón.

-Esto es hermoso- logré articular.
-Verdad que lo es?- dijo Clarice tomando a Josh por la mano y arrastrándolo hacia la pista de baile. Josh intentó tomar mi mano para que fuera con ellos, pero delicadamente me deslicé fuera de su alcance y les di a entender con una seña, que los acompañaría en un minuto.

Recorrí todo el salón con la mirada, aun maravillada por el decorado y luego me abrí espacio entre la multitud para buscar un lugar donde sentarme.
Al pasar todos me miraban con curiosidad, como si fuera la chica nueva o algo así. Algunas chicas me miraban con recelo y otras me dirigían dulces sonrisas, los muchachos por otra parte, me dedicaban sonrisas coquetas y miradas furtivas, lo que hizo que me sonrojara. Logré encontrar una mesa con un par de sillas en un rincón y no dudé en apresurarme antes de que alguien más las acaparara, tropezándome a veces, debido a que la multitud me dificultaba el paso.
Desde donde me encontraba lograba tener una vista amplia de la pista de baile y de la tarima donde se encontraba la banda. Pude divisar como Clarice y Josh bailaban de manera entusiasta al ritmo de la música y comprendí en ese minuto que me esperaban un par de largas horas de soledad por delante.
Estuve sentada alrededor de una hora observando cómo las parejas se divertían, y deseé en ese momento que Tomás me hubiera invitado como su cita. Que tonta me sentía, allí sola sin nada que hacer, y sin una cita que me hiciera compañía.
Ya no me sentía cómoda allí, entre tanta gente riendo, sentía que no encajaba. Me paré precipitadamente de mi silla y me dispuse a salir, cuando de pronto sentí que un escalofrío me recorrió los hombros desnudos y bajaba por mi columna.

-Vas a algún lado?- susurró una suave voz muy cercana a mi oído, la cual reconocí inmediatamente.

Me giré rápidamente para encontrarme cara a cara con la fuente de esa voz melodiosa que inundaba mis sentidos.

-To... más- pronuncié su nombre como si fueran dos silabas -qué haces aquí?-dije dificultosamente, mientras tragaba saliva debido al impresionante efecto que sus ojos grises causaban en mí.
Vestía un elegante traje gris oscuro, probablemente de diseñador italiano, una camisa negra, y una corbata plateada que hacía juego con sus ojos.

Sonrió divertido y se aclaró la garganta para hablar.

-Por si no lo recuerdas vamos al mismo Instituto, por lo tanto asistimos a los mismos bailes-ocupó un tono ligeramente sarcástico, el cual no me molestó. En cualquier caso le habría contestado en tono sarcástico también, pero su presencia me debilitaba, por lo que no pude cumplir con mi cometido. En vez de tomar una actitud orgullosa y a la defensiva por su tono, me puse totalmente colorada y desvié mi mirada hacia el suelo.

-Claro, tienes razón-contesté mientras miraba mis pies, cubiertos por los delicadas tiras color plata de los finos tacos.

Aunque no podía ver el rostro de Tomás, supuse que estaba esbozando una sonrisa.
De pronto sentí como su mano tocaba la mía y sus tibios dedos envolvían los míos.

-Qué haces?- le pregunté confundida.
-Acaso me dejaras bailando solo?- contestó provocándome con una sonrisa a la que no pude negarme.

Tiró de mi mano y me obligo a acercarme a él, nuestros cuerpos chocaron y el rodeó mi cintura con su mano. Podía sentir el calor de su piel por sobre el delicado vestido, ese calor me envolvía y me hacía desear estar más cerca de él. Puse una de mis manos sobre su hombro y tomé la mano derecha de él para disponernos en posición de baile.
Perdí la noción del tiempo mientras nos divertíamos y girábamos al compás de la música. Tomás alargó su brazo para liberarme y hacerme girar, cuando de pronto terminó la canción y comenzó una de un ritmo bastante más lento. Tomas tiró de mí haciéndome girar hacia él, nuestros rostros quedaron frente a frente, tan cerca que podía sentir como su dulce respiración se acompasaba con la mía, como si de pronto estuviéramos unidos por una fuerza mágica e inexplicable.
Las manos de él se deslizaron por mi espalda hasta toparse con mi cintura donde se quedaron firmes y seguras. Ejerció una pequeña fuerza para atraerme hacia él, a la cual, por supuesto, no me resistí. Levanté mis brazos y los puse por detrás de su cuello. Se sentía tan bien estar así, como si de alguna manera, nada mas existiera.
Tomás se acercó hacia mí lentamente, provocando que mi pulso y mi respiración se descontrolaran.
Mi mejilla se apoyo en su fuerte pecho y la deje reposar ahí, mientras escuchaba el sonido de la respiración de que al muchacho que me robaba el aliento.
Pude sentir como Tomás se agachaba un poco para quedar más a mi altura y cuidadosamente apoyaba su mentón en uno de mis desnudos hombros.

-De todos los que están aquí hoy, eres la única que merece miradas- pronunció delicadamente. Cada una de sus palabras era un delicioso manjar que inundaba mi mente y desbocaba mi corazón-Eres hermosa-continuó-deliciosamente hermosa-dijo soltando cada silaba lentamente para realzar el mensaje. Su voz se sentía como acariciar terciopelo.
Sentí como la sangre subía precipitadamente a mis mejillas y me inundaba con su calor. Me separé un poco de sus brazos para observar su rostro e intentar contestar a sus palabras. Cuando mis ojos se toparon con los suyos no pude articular nada coherente ni pensar en las palabras que salían de mi boca.

-Hace un poco de calor aquí, no crees?-dije sin meditar nada de lo que escapaba de mis labios.
-Tienes razón-dijo entre risas. Retiró sus brazos que antes me rodeaban, lo que me hizo sentir extraña, vacía, como si necesitara de su contacto para sentirme completa.
-Vamos-dijo mientras estiraba su mano hacia mí y se alejaba hacia la puerta. Mi cuerpo se movió como por inercia, no tuve ni un segundo para pensarlo cuando me vi siguiéndolo a tropezones hacia la salida del salón.

Tomé la mano de Tomás sin vacilarlo ni por un momento. El entrelazó sus dedos con los míos de manera tan natural, que sentí como si mi mano fuera parte de la suya, como si toda la vida le hubiera faltado la mitad y por fin encontraba su complemento.
Me guió por el recibidor del hotel hasta que nos topamos con un pasillo que llevaba hacia el jardín trasero del lugar. Seguimos un sendero de piedras hasta lo que parecía ser una laguna artificial que se encontraba escondida entre los arbustos.

-Cuando llegamos a la ciudad-dijo Tomás- no teníamos donde quedarnos, así que mi padre y yo estuvimos un mes alojándonos en este hotel- y la verdad es que pasar las 24 horas del día encerrado en cuatro paredes n oes mi idea de un gran día, además no conocía a nadie en la ciudad, así que solo salía si era necesario-comenzó a explicar mientras se quitaba la elegante chaqueta y la puso a modo de manta para que nos sentáramos sin tener que tocar el pasto, probablemente húmedo por el rocío que caía durante la noche-por lo tanto tuve mucho para recorrer el hotel y descubrir lugares como este-concluyó.
Se sentó en el suelo y lo imité. La camisa negra s ele ajustaba al torso como si fuera hecha a medida, su elegante y musculosa figura se veía varonil, y exquisitamente tentadora. Se soltó la corbata y desabrochó el botón del cuello.

-Sabes-dijo mirando en dirección al agua que tenía una ligera bruma por encima que la hacía parecer como sacada de un cuento de hadas- No suelo ir a los bailes a decir verdad, nunca estaba demasiado tiempo en una ciudad como para lograr ir a un baile, pero…-dudó un minuto de lo que iba a revelar, pero pude ver como su semblante cambió de la vacilación a la determinación como si nada-tenía la esperanza de que tu vinieras, y yo simplemente necesitaba verte.
“Necesitaba verte”. Las palabras resonaban en mi cabeza de un lado a otro haciéndome perder la serenidad. Si el necesitaba verme, tanto como yo lo necesitaba a él… entonces quizás el también… Detuve el sentido de ese pensamiento de golpe. No podía permitirme a mí misma formular ideas o sacar conclusiones de lo que estaba pasando entre Tomás y yo, al menos no hasta que estuviera completamente segura de adonde se dirigía esto.

Tomás dirigió su mirada hacia mí. Se veía concentrado, como si algo importante fuera a pasar y quisiera que yo compartiera ese momento con él.

-No fuiste al Instituto hoy- dije precipitadamente, rompiendo la repentina conexión que se había producido entre nosotros.
-Eh, cierto, tuve que atender unos asuntos familiares-movió la cabeza y frunció el ceño como si algo le molestara.
-Pasa algo?- pregunté e inconscientemente puse mi mano sobre su hombro. El contacto se sentía agradable. Podía sentir el calor de su piel bajo mi palma y como mis dedos de pronto comenzaban a arder.
-No es nada-dijo con voz tranquilizadora y giró su cabeza hacia mí. Recorrió mi rostro con su mirada y luego tomó’ mi mano libre- Es un lindo anillo-dijo observando la argolla que rodeaba mi dedo y que estaba coronada por una gran piedra blanca.
-Era de mi madre-contesté. Estaba acostumbrada a hablar de mi madre si nostalgia, pero por alguna extraña razón una oleada de tristeza me envolvió e inundó mis ojos de lágrimas. Dejé escapar un pequeño sollozo y luego sentí como uno de los dedos de Tomás secaba una de las lagrimas que bajaba por mi mejilla.
-No estés así por favor, me parte el alma verte triste-dijo como si de pronto se le hubiera acabado el aire. Levanté la mirada y pude ver como su expresión se veía torturada, dolorosa.
Tomó mi mentón con suma delicadeza y acercó su rostro al mío como en cámara lenta, dejándome sin respiración. Posó sus labios sobre mi mejilla, justo por donde antes rodaba la lágrima que el delicadamente había secado con sus dedos. Se acercó aun más y besó el lugar entre mi cuello y mi oído. Mi primera sensación fue de un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo e hizo que se me erizaran los cabellos de la nuca, después el frío cambió por un intenso calor que me inundó completamente, haciéndose más fuerte en el vientre.

-No puedo dejar de pensar en ti-susurró, rompiendo el silencio en el que nos encontrábamos. Se retiró un poco y entreabrió los labios dejando escapar un leve suspiro. Mis labios se entreabrieron también de manera automática y cerré mis ojos, esperando el inminente.
Sentí como unos pasos se aproximaban por entre los arbustos, lo que hizo que Tomás y yo nos alejáramos el uno del otro sin poder concretar ese tan ansiado beso.

-Danielle, por fin te encuentro niña, te he buscado por todas partes-dijo Clarice, con voz agitada y dificultad al respirar, como si hubiera terminado una carrera de 100 metros.
-Lo siento, perdí la noción del tiempo-dije entre risas nerviosas.
-Es mi culpa-replicó Tomás-la mantuve ocupada y bueno dicen que el tiempo vuela cuando te diviertes-añadió y sonrió ampliamente, dejando a la vista su brillante dentadura.
- Oh ya veo-contestó Clarice que cambió inmediatamente su expresión de preocupación a una pícara-Siento tener que robártela, pero debemos irnos-Clarice se giró para mirarme, su expresión parecía de disculpa.
-No te preocupes-contestó de manera caballerosa-Supongo que nos veremos mañana-dijo con voz serena y galante.
-Si claro, para el trabajo de música -repliqué inmediatamente para que Clarice no fuera a dejar volar su imaginación y comenzara a crear teorías sobre Tomás y yo- a las 2 te parece bien?-concluí mientras me ponía de pie para retirarme.
-La verdad es que preferiría que nos juntáramos más temprano, a eso de las 10-dijo con el semblante serio, algo que jamás había visto en Tomás-tengo la sensación de que el trabajo nos tomará mas de lo esperado-finalizó. Ahora su seriedad había cambiado simplemente a pura coquetería.

Reí nerviosamente e hice un gesto con la mano en forma de despedida. Clarice tomó mi mano y nos abrimos paso entre los arbustos, mientras nuestros tacos golpeaban sonoramente el sendero de piedra.

-Así que tu y el chico nuevo ah?-dijo en forma cómplice y con clara curiosidad.
-Tomás y yo somos solo amigos, compartimos tiempo debido a un trabajo para la clase de música, pero eso es todo-contesté controlando el tono de mi voz para que sonara segura y sin temblores.
-Está bien si tú dices que son solo amigos entonces te creeré- replicó de de forma amistosa y dulce, algo que la caracterizaba.
-Y como estuvo tu noche?-pregunté para desviar el tema de conversación.
-Bastante bien, la pasamos de maravilla-contestó alegre y entusiasta- y la tuya?- preguntó no se si por cortesía, o para sacarme información acerca de Tomás.
-Pues digamos simplemente que estuvo bien-mas que bien, dije para misma, sin embargo habia quedado con la sensacion de querer mas.













Amor


El amor no es definible, no porque carezca de definiciones, sino porque son demasiadas y aun así no son absolutas, ninguna llega completamente a entregar un completo significado.
El amor no se busca, se encuentra, el amor no desaparece, se transforma, el amor no es motivo de de sonrisas, las sonrisas son motivo del amor.
El amor es todo y es nada, es calor y frio, luz y sombras.
El amor no nos permite escoger, nos empuja en una dirección, sea o no la más razonable.
El amor es intensidad y sutileza, es drama y calma.
El amor nos eleva hasta el cielo y nos impulsa hasta el infierno.
El amor es una llama abrasadora que congela en su ausencia.
El amor tiene muchas características, todas prácticamente. Quien dice que el amor es un sentimiento, se equivoca, porque es la reunión de todos los sentimientos, formando lo más grande y maravilloso.
El amor nos impulsa a ser mejores, pero saca lo peor de nosotros.
El amor nos mueve, nos detiene, nos llena y nos vacía.
El amor es nuestro sustento, nuestra energía y nuestra fuerza.
El amor nos hace más fuerte, y nos debilita al máximo punto.
El amor no razona, actúa.
El amor es valiente y temeroso.
No existe el odio sino existe el amor.
No existe ningún corazón, que no albergue amor en algún rincón, pues si fuera así, ese corazón no latiría.
El amor es puro y total, el amor es para todos, pero solo algunos saben vivirlo.
Te amo, esta la declaración que requiere más coraje, pero es motivada totalmente por el miedo, miedo a perder, miedo a no tener, miedo a no vivir.
El amor un calor incesante que quema en el pecho.
El amor en su máxima expresión llena tu vida de luz, pero cuando no es correspondido te sumerge en las más profundas tinieblas.

El amor es vida, y vivir es amar.