La tierra se mueve


La música y las risas fueron pronto reemplazadas por un extraño sonido que parecía avanzar por el pasillo, en aquel momento no pudimos determinar lo que era, lamentablemente, pronto lo sabríamos.
La tierra bajo nuestros pies comenzó a moverse de manera desordenada, decidimos inocentemente esperar que pasara. El movimiento se hacía cada vez más fuerte, hasta que ya fue inevitable no darnos cuenta de que estaba pasando. Corrimos asustados hacia los marcos de las muertas, sujetándonos lado a lado para no caer al suelo.
Aquellos instantes, segundos, minutos, fueron interminables, parecía no terminar nunca, aquel remezón se hacía cada vez más fuerte, sacudiendo a todo lo que tocara el suelo.
El bullicio llenaba las calles ahora oscuras, bañadas solamente por la luna.
La desesperación por comunicarse inundaba todos los corazones, las líneas pronto comenzaron a colapsar y el terror por quienes estaban lejos invadió las almas de nuestro pueblo.
Disfrazando el pánico comenzamos a entrar en acción y a tomar todas las precauciones posibles, en casi de que una temible replica sacudiera a nuestra gente nuevamente.
Las replicas nos azotaron una tras otra, hasta que finalmente aprendimos a acostumbrarnos a ellas. En algunos lugares el temor, fue lentamente reemplazado por la serenidad, por desgracia, no en todas partes fue así.
Los días posteriores tocaba ponerse una mano en el corazón, y comprender que debíamos dejar atrás todos nuestros egoísmos y levantarnos para ayudar a quienes más lo requerían en este tiempo de tanta necesidad.
Emocionante es la palabra que describe el sentimiento al darnos cuentas la enorme cantidad de jóvenes que acudieron al llamado, y se presentaron para  aportar con un granito de arena, con el trabajo y el esfuerzo de sus propias manos.
Nuestra tierra se ha destruido, y ahora está en nosotros volver a construirlas desde sus cimientos.
Chile se movió, ahora le toca a su gente.
Ayudar no cuesta nada.
Fuerza Chile!