Capítulo I : Día Gris


Abrí los ojos esperando que el sol me golpeara con fuerza en la cara como usualmente lo hacía en esta época del año, las ventanas de mi habitación tenían cortinas, pero no eran lo suficientemente oscuras para evitar que el sol de la mañana pasara por ellas. Una extraña luz blanca iluminaba la habitación, no era la típica luminosidad amarilla de los cálidos y reconfortantes rayos del sol filtrándose por el cristal de la ventana en un dia de verano, era una luz potente, molesta, opaca. Me giré hacia un costado para alcanzar mi reloj, este marcaba las 8:27 de la mañana.
Quité la sábanas que me envolvían hacia atrás y me senté en la cama lentamente, tratando de evitar aquellos mareos ocasionados por enderezarse muy bruscamente, puse mis manos en mi rostro y apreté mis ojos con ellas, intentado alivianar un poco la molestia que aquella luz me ocasionaba y acostumbrándome a ella, me retiré el pelo de la cara y me puse de pie, quería averiguar de donde provenía esa extraña luz, que no se parecía nada al agradable sol al que estaba acostumbrada y que tanto me gustaba. Caminé hacia la ventana más grande que estaba ubicada frente a la puerta de mi habitación, la que le daba gran amplitud, dando la apariencia de que esta fuera más grande de lo que era, abrí las cortinas de par en par en un movimiento rápido y con fuerza, la luz me golpeó de manera potente y violenta, por lo que tuve que cerrar los ojos para no dañármelos por el repentino cambio. Cuando mi vista por fin se acostumbró a la luz blanca, comprobé que esta provenía de entre las nubes, el cielo estaba nublado y la luz se colaba desde el cielo sin dejar ver el sol.
 Esto no podía ser bueno, aún estábamos en verano, lo único que pude pensar fue que era una señal, una señal de que este año escolar que comenzaba el lunes sería igual que hoy, sería un día gris. Dejé las cortinas abiertas y caminé para abrir las otras, la luz blanca me molestaba, pero no más que la deprimente oscuridad, por alguna razón los días nublados y yo no congeniábamos, era como si la luz del sol fuera mi fuente de energía y en un dia nublado se viera totalmente bloqueado, poniéndome nostálgica y de un humor apagado.

Bajé las escaleras en dirección a la cocina para prepararme y servirme algo de desayuno. La gran casa estaba vacía como de costumbre, papá se había ido temprano al trabajo como lo hacía de costumbre y Lila, la empleada, aún no llegaba. Cogí un de las cajas de cereales que había en la despensa y puse un poco en un bol, le agregué leche y lo comí lentamente, casi en cámara lenta.

Cuando hube terminado enjuague mis cosas y las dejé secando, no era necesario que lavara mis cosas, teníamos a alguien que lo hiciera por nosotros, pero no me sentía demasiado cómoda sabiendo que otra persona hacía todo por mí, aunque Lila siempre insistía en hacerlo, aquella mujer era una santa.
Subí las escaleras de vuelta a mi habitación, hice la cama y me senté en ella un minuto, para escuchar el agradable silencio de la casa vacía. La compañía no me molestaba, pero encontraba algo muy agradable en estar sola, podía refugiarme en ella, pasaba la mayor parte del tiempo sola,  y había aprendido a disfrutarla y hasta valorarla como un placer.
Fui a mi baño y tomé una ducha rápida, me vestí sin darle mucha importancia a lo que me ponía, un jeans y una camiseta cualquiera, no me abrigué mucho ya que la casa estaba templada, supongo que papa ajustó el termostato antes de irse al banco, aunque no siempre estaba conmigo, era sumamente preocupado, quizás demasiado, pero era lo clásico que hacia un padre sobre protector como el mío, y la verdad es que tampoco lo culpaba, las situaciones que nos había tocado vivir y nuestras circunstancias, en cierta medida lo ameritaban.
 Me tendí sobre la cama y tome el libro que estaba en mi mesita de noche, sueño de una noche de verano citaba el título, iba por la mitad aún, pero ya sabía como terminaba, dado que era la sexta o séptima vez que lo veía, era la típica historia llena de dramas amorosos que acababa con un final feliz, me gustaba ese tipo de historias, principalmente porque consideraba que eran puras fantasías, por lo que en ellas podía refugiarme de mi propia realidad.
No me di cuenta de cómo pasó el tiempo, estaba tan pérdida en la historia que me llevé un susto cuando Lila llamó a mi puerta avisando que el almuerzo ya estaba listo para servirse, ni siquiera la había sentido llegar.

- Gracias Lila - dije mientras le dedicaba una sonrisa.

Lila era una gran persona, trabajaba en la casa desde que tengo memoria, era muy atenta conmigo, me consentía en todo, creo que quizás sentía algo de lástima por mí, ya que papá siempre estaba trabajando y mi madre había muerto de cáncer cuando yo tenía 5, o quizás no era lástima sino cariño, realmente desconocía sus verdaderas intenciones, pero si había algo de lo que no podía dudar y era que ella era una gran mujer, algo torpe y olvidadiza a veces, pero una gran mujer al fin de cuentas.

Puse un trozo de papel entre las páginas del libro para recordar el capítulo en donde había quedado y lo puse sobre la mesita de noche, para retomar la lectura más tarde.

Bajé ágil y rápidamente por las escaleras, una agilidad muy propia mía, heredada de mi madre según mi padre, debido a todos los años de su vida que le dedicó al ballet, por desgracia no había heredado sus habilidades para la danza.

El aroma de la salsa de tomate y el queso me golpearon en la cara cuando entré a la cocina, inundándome con ese exquisito y apetitoso olor.

-Huele delicioso, espero que sepa igual- Le dije a Lila dedicándole una gran sonrisa cómplice. Aquella mujer cocinaba como los dioses. - ¿Qué es?- le pegunté a Lila con curiosidad.

-Lasaña, preciosa- dijo de forma cariñosa y sonriente, mientras la sacaba del horno y ponía sobre un paño en el largo mesón de la cocina.

-Adoro la lasaña- dije mientras frotaba mis manos para demostrar ansiedad. Lila lo sabía, sabía que era mi comida favorita, y por lo mismo la hacía al menos semana por medio.

Lila cortó dos trozos de lasaña, uno para ella y otro para mí, puso lo s platos sobre la barra de la cocina, que ambas usábamos a modo de mesa y sirvió dos vasos de agua.

-Esto está realmente delicioso Lila, tienes que enseñarme a cocinar tan rico como tú- Dije mientras tomaba otro bocado ansiosa de llenar mi estomago con aquel magnifico manjar.

-Cuando quieras corazón- contestó dulcemente, con la voz jovial que la caracterizaba.

Terminé de comer sin hablar, solo escuchando las historias de Lila sobre sus hijos que ya estaban en la universidad. Tomé los platos y los puse en el fregadero.

- Gracias Lila- pronuncié mientras volvía a mi cuarto.

- De nada Danielle- dijo más alto de lo que debía ya que yo me estaba alejando  apresuradamente por las escaleras.

Llegué a mi habitación y me dirigí al baño para lavarme los dientes. Mire mi rostro pálido y ojeroso en el espejo. Yo no era la típica chica linda, era una chica común y corriente, cabello castaño claro y liso, con algunas ondas en las puntas, ojos cafés y grandes, una nariz mediana y labios proporcionales a mi rostro. Era una chica corriente, quizás demasiado comparada con mis compañeras de escuela, donde todas eran rubias con cabelleras despampanantes y ojos azules o verdes, yo no llamaba la atención, especialmente alrededor de ellas, quizás hasta desencajaba entre tanta chica de catalogo de modas, yo pasaba totalmente desapercibida, y realmente no era algo que me preocupara demasiado, encajar entre tanta chica superficial no era algo que me emocionara.

Tomé mi libro y lo retomé donde lo había dejado, no me faltaba mucho así que lo terminé en  cuestión de minutos. Guardé el libro en la estantería y encendí el televisor, pasé los canales rápidamente tratando de encontrar algo interesante para ver, me detuve en una de esas series adolescentes ricos que tratan temas superficiales y tienen más dramas en un día que cualquier persona normal en toda su vida. La dejé ahí, ver uno de esos programas era una buena manera de pasar el tiempo, y no tenía que concentrarme demasiado para entender la trama.

La tarde se me pasó volando, solo me di cuenta de la hora cuando dieron comerciales y noté que la habitación estaba a oscuras, me levanté para cerrar las cortinas y encender la luz, no podía creer que el día hubiera terminado y no hubiera hecho nada realmente productivo, pero bueno la verdad esa había sido la tónica de estas vacaciones.
Solo me quedaba el día domingo y luego tendría que entrar a clases otra vez, solo un día para comenzar el último año en la escuela, la desesperación me invadió por un minuto, no quería terminar la escuela, no aún, no es que fuera muy sociable ni participara mucho en las actividades escolares, pero allí estaban mis dos mejores amigos, y comenzar este año significaba comenzar la despedida, además sabía que este año no podría compartir mucho con ellos.
Clarice y Josh, eran mis amigos desde hace años, pero el último tiempo no había podido compartir mucho con ellos, ya que Clarice se había dado cuenta de los profundos sentimientos que Josh había tenido por ella desde hacía mucho tiempo, y al fin había podido correspondérselos, por lo que comenzaron una  intensa y romántica relación típica del primer amor, y desde ese día comencé a sentir que sobraba. Ellos insistían en que mi compañía no era una molestia, es más que disfrutaban de ella igual como lo hacían antes, y quizás no lo era, quizás yo estaba en un error, pero me sentía bastante incómoda dado que todo el tiempo estaban besándose y haciéndose todo tipo de arrumacos y todo ese tipo de cosas que los novios hacen, no me molestaba para nada, ni sentía envidia, es más estaba muy feliz por ellos, pero simplemente sentía que mi presencia no era del todo necesaria.

De pronto Lila llamó a mi puerta.


- Tu padre ya llegó Danielle, baja para que cenes con el- Lo dijo como orden, pero sin sonar autoritaria.

- Claro Lila, voy de inmediato- dije mientras me ponía de pie.


Como de costumbre cenaba todos los días con mi padre. Eran pocos los momentos que compartíamos, pero la cena era uno de ellos, casi como un ritual, algo que no podía faltar, y que aunque no lo  dijéramos, nos hacía muy feliz a ambos.

 Me metí en el baño para arreglar mi cabello, y baje rápidamente.


-Hola papá- dije mientras me acercaba para besar su mejilla cariñosamente como lo hacía siempre después de un largo día.

-Hola querida- dijo con sonrisa amable - ¿Cómo estuvo tu día?- Dijo mientras se sentaba en la mesa del comedor.

- Lo mismo de todos los días- dije con cierta apatía, mientras jugueteaba con los cubiertos. Acaso de verdad creía que había hecho algo nuevo?

- ¿Y el tuyo?- pregunté solo por cortesía ya que conocía la respuesta.

- Con mucho trabajo- respondió de manera automática y monótona.

Lila sirvió la cena y se retiró a la cocina. Papá y yo comimos en silencio, dedicándonos sonrisas incómodas para llenar los silencios que inundaban el comedor. Cuando hubimos terminado Lila recogió los platos, los lavó y luego se marchó a su casa. Papá se retiró a la sala de estar para ver la televisión y yo lo seguí, vimos las noticias juntos y luego me despedí deseándole buenas noches. Subí a mi habitación, eran las 9:30 de la noche, demasiado temprano para dormir.

 Tomé mi guitarra que estaba en un rincón de la habitación y comencé a tocarla y tararear una melodía. Cantar era mi único talento, ya que a pesar de haber heredado la agilidad de mi madre, no había heredado su sentido del ritmo.
Toqué alrededor de una hora y luego guardé la guitarra en su estuche para que no se dañara. Mis dedos estaban algo adoloridos, ya que no acostumbraba a utilizar uñeta para rasguear las cuerdas, los apreté para calmar un poco el ardor y esperara a que retomaran el color pálido natural de mi piel.
Me lavé los dientes, me puse pijama y apagué la luz, me deslicé en la cama, pero no podía dormir, por alguna razón algo me molestaba, y no podía averiguar que. Saque los brazos de debajo de las sábanas y los puse sobre el cubrecama, miré hacia al techo y me quedé así tratando de averiguar la razón de mis preocupaciones, buscando explicaciones en el cielo blanco de mi habitación, como si algún ser mágico fuera a darme respuestas, sabía que no era así, pero en realidad, no me importaba, esperé un largo rato de esa manera hasta que una oleada de cansancio inundo mi conciencia y me deslizó hacia el país de los sueños.

Epílogo


Tomó mi cara entre sus manos, y posó sus ojos sobre los míos como queriendo averiguar lo que escondían, recorrió mi rostro con su mirada hasta que se detuvo en mis labios. Pude sentir como su respiración se apresuraba, lo noté porque la mía hacía lo mismo. El calor de su piel quemaba mientras se acercaba cada vez más a mí, ese momento duró una eternidad. Sus labios presionaron suavemente contra los míos lo que detuvo mi aliento, e hizo que mi corazón palpitara sin control. Se separó lo suficiente de mí para poder mirarme a los ojos, esbozó una leve sonrisa y susurró en mi oído.

-Nunca estarás sola otra vez, no mientras me queden fuerzas para mantenerme a tu lado. 
  Sus palabras resonaron en mi cabeza, cerré los ojos intentado asimilar el peso de ellas 
  y deseando con todas mis fuerzas que fueran verdad.

Su nariz se deslizó lentamente, rozando mi rostro desde un costado hasta llegar a mis labios nuevamente. Con una de sus manos me quitó el cabello de la cara y la otra se deslizó por mi brazo, haciéndome estremecer por el contacto, llegó hasta mi mano y la tomó dejándola en su pecho, cerca de su corazón, pude sentir sus latidos fuertes y seguros. Colocó su mano derecha en mi cintura y acercó mi cuerpo contra el suyo, con la mano izquierda tomó mi mentón y acercó mi cara hasta que estuvo a tan solo un par de centímetros del suyo, deslizó su mano por mi mejilla y puso sus dedos entre mi cabello, hice lo mismo con la mía, sin quitar la otra de su pecho, cerré mis ojos y respire profundo. Sus labios tibios ya estaban en los míos deslizándose lentamente, pero con fuerza abrazadora, mis labios tomaron su curso. Desee con todas mis fuerzas poder responder a sus palabras con una promesa tan importante como la suya, sintiendo miedo de que al abrir mis ojos no hubiera sido más que un sueño.

No es suficiente

Recuerdo cuando tu mirada solía detener mi respiración, cuando mi piel anhelaba el roce de la tuya con tal ansia que cuando te alejabas sentía el ardor de tu ausencia, recuerdo la proximidad de tus labios mientras tu aliento se colaba en mi boca, mi corazón se aceleraba y mi alma deseaba combinarse con la tuya, esos momentos que no son más que recuerdos, una borrosa imagen de nuestro pasado que ya no es nuestro. En algún minuto todo comenzó a decaer, y observé como se desvanecía a mi alrededor, como se derrumbaba pedazo por pedazo, y simplemente fui una espectadora del desastre, sin saber como ayudar, y quizás sin querer hacerlo. Intento descifrar cuando llegamos al punto de no retorno, y creo que lo sé, estuve ahí, pero guardé silencio, al principio no entendí por que lo hice, pero ya lo sé, hubo algo que me impidió moverme o reaccionar, fui yo, en algún rincón de mi inconsciente sabía que no era correcto, sabía que no estaba bien el daño que infringías en mi, no estaba bien tanto sacrificio, tanto sufrimiento, no se suponía que debía ser así, el amor no debe ser así. Miró hacia atrás con tristeza, más no con arrepentimiento, no estuvo bien, pero de no haberme equivocado, no habría aprendido la lección, no habría aprendido que el amor no es suficiente.