Capítulo IX: El calor del momento



El trayecto a casa fue divertido. Josh subió el volumen del radio a todo lo que daba, y comenzamos a cantar a todo pulmón, hasta que se detuvo en la calle en la entrada de mi casa. Josh y Clarice bajaron para despedirse de mí, les di un fuerte abrazo a ambos, pero Clarice insistió en acompañarme hasta la puerta. Clarice se aferraba con fuerza a mi brazo y caminaba muy pegada a mí, entonces fue que supe que tenía algo que decirme. Nos detuvimos en la puerta y giré mi cuerpo hacia a ella para interrogarla. Sus ojos verdes parecían profundos y brillantes, llenos de ternura, pero también de duda.

-Suéltalo- le dije juguetonamente pero con un toque de autoridad.

La vi titubear,  pero pronto sus ojos se llenaron de un fuego de determinación.

-He tomado una decisión-dijo tragando saliva
-De que se trata, vamos no me dejes así?-le reproché.
-He decidido que estoy lista para dar el siguiente paso con Josh-susurro ruborizándose.
-Acaso estás hablando de…?- abrí los ojos y me quedé muda.
-Si  Elle, Josh y yo vamos a dormir juntos- su voz se escuchaba segura, podía notar que no había nada que pudiera hacerla cambiar de opinión-con Josh hemos hablado mucho el tema, y me siento preparada, me siento lista, quiero hacerlo, y justamente sus padres no estarán hoy en casa, así que…- desvió la mirada y comenzó a juguetear con la pulsera de brillantes que le adornaba la muñeca izquierda.
-Quieres decir que será esta noche…?-repliqué en voz baja, como teniendo cuidado de que nadie nos oyera, aunque a esa hora de la noche ya no había nadie en la calle que pudiera escucharnos.
-Exacto, por eso es que quería pedirte un favor-me miro a los ojos, podía ver como me rogaba con la mirada.
-Cualquier cosa por ti Clarice- lo decía enserio, ella era mi mejor amiga y estaba dispuesta a hacerla lo que fuera por ella.
-Le dije a mis padres que me quedaría en tu casa esta noche, y quería saber si podías cubrirme en caso de que mis padres decidieran llamar o algo así- suplicó. La luz de la luna le daba a sus ojos un candor especial, quizás era la luz, o quizás era las expectaciones que tenía para esa noche la que la hacían lucir de esa manera.
­-Por supuesto, no te preocupes, si ellos llaman les diré que estas durmiendo o algo así, no te preocupes yo te cubro, pero necesito que me prometas algo.
-Dime-asintió.
-Si tienes cualquier duda, recuerda que aun tienes tiempo de arrepentirte, no hay nada malo en ello-intenté no sonar como reprobando su conducta, la verdad es que no me parecía mal, pero quería estar segura de que Clarice no cometería un error.
- Te lo prometo, aunque no creo que eso pase-dijo esbozando una leve sonrisa.

La mire por última vez, esa sería la última vez que vería a Clarice como una niña, esta noche, aunque sonara como un cliché, se convertiría en una mujer, el sexo cambiaba muchas cosas.  Tome su cara entre mis manos y besé su mejilla haciendo un sonido estruendoso. La abracé con fuerza y le susurré.

-Suerte, cuentas con mi apoyo.
-Gracias- contestó mientras aun se encontraba abrazada a mí.

Nos apartamos y Clarice se dirigió hacia el auto donde Josh la aguardaba con una gran sonrisa en el rostro. Nunca he estado en contra del sexo prematrimonial, simplemente quería estar segura de que mis amigos estaban dando el paso correcto, y en mi corazón sabía que era así. No podía pensar en dos personas más preparadas que Josh y Clarice, su amor era infinito y estaban muy comprometidos el uno con el otro, y lo más importante, era que lo hacían por las razones correctas, por amor.
Esperé hasta que el auto se puso en marcha y Clarice me sopló un beso desde el asiento del copiloto, el cual le respondí. Observé el auto alejarse por la calle y luego me voltee para entrar a la casa. Dentro todo estaba muy obscuro, pero no quise encender ninguna luz para no despertar a Lila, quien dormía en el cuarto de huéspedes, como lo hacía cada vez que mi papa se encontraba fuera. Me quite los tacones para no hacer ruido y me dirigí escaleras arriba.
Cerré la puerta de mi habitación y encendí la luz. Arrojé los tacones en dirección al armario y fui al baño a quitarme el maquillaje y el peinado. Cuando estuve lista me quite el vestido, me puse el pijama y me deslicé bajo las frías sábanas. Intenté acomodarme en el suave colchón en el que tantas veces había encontrado refugio, pero me era inútil por alguna razón este me parecía demasiado incomodo, como si me fuera desconocido, o yo le fuera desconocido a él. Saque los brazos en una señal de rendición, el insomnio me ganaba y no había mucho que hacer por evitarlo.
La luz de la luna se colaba tenuemente a través de las cortinas haciendo que el cuarto estuviera apenas iluminado y dándole un aspecto ligeramente nostálgica. Me enderece un poco ii acomodé algunas almohadas para quedar semi sentada. Las palabras de Clarice me daban vuelta en la cabeza como un murmullo incesante. No tenía nada en contra de lo que Josh y Clarice harían esa noche, sabía que lo hacían por las razones correctas, por amor,  y que eran lo suficientemente responsables para entender las consecuencias y todo lo que conllevaba el sexo, por lo que también estaba segura de que tomarían las precauciones necesarias para evitar tipo de situaciones desagradables en el futuro.
Observe como la luz se reflejaba en un globo de nieve que estaba sobre mi escritorio y este parecía cobrar vida propia, como si fuera una pequeña nación viva dentro de un globo de cristal. Aquella bola d nieve había pertenecido  a mi madre y a su madre antes de ella, y quizás a cuantas mujeres más de la familia, era una especie de tradición. Cuando una de las mujeres de la familia cumplía 15 anos la bola de nieve debía pasar a las manos  la cual debería continuar la tradición. Mi madre no había sido capaz de aguantar hasta que yo tuviera 15, ni siquiera hasta que tuviera 5.
Recuerdo ese día en el hospital como si fuera ayer, las visitas eran limitadas, y no s ele permitía  a los menores de edad entrar a la habitación, pero mi madre hablo con una de las enfermeras de turno, la cual hizo una excepción y me dejo ingresar y sentarme en el borde de su cama. Una pañoleta fucsia cubría su cabeza y ocultaba el lugar donde antes su hermosa cabellera debería haber estado. Su piel era pálida como la nieve y las ojeras formaban oscuras marcas alrededor de sus ojos, mas sin embargo la dulzura de su mirada y la ternura de su sonrisa no habían desaparecido. Con cuidado sacó de entre las sabanas un objeto cubierto por una especia de paño celeste y lo puso en mis manos.

-Quisiera poder hacer esto de la manera correcta- pronunció con dificultad-pero el tiempo no está jugando a mi favor y no quiero perder la oportunidad de hacer esto por mí misma.
-Que cosa mami?- contesté con la dulce voz de niña que era.
-Esta bola de nieve perteneció a mi abuela, luego a mi madre, y ahora es tuya, debería entregártela cuando cumplieras 15, pero me temo que eso no será posible.
-Claro que si mami, puedes entregármela entonces, yo se que podrás-la alenté inocentemente.
-Creo que eso no será posible osita mía. No creo que pueda estar allí para entregártelo, al menos no físicamente-dijo con la voz quebrada-Veras a veces las personas no pueden estar siempre en los lugares que quieren estar, a veces las cosas cambias y uno debe irse antes de lo que quisiera y lamentablemente, ese es mi caso-dijo casi sin voz mientras una lagrima resbalaba por su mejilla.
-Pero mami yo no quiero que te vayas, no quiero que me dejes sola-sollocé.
-Jamás osita mía, jamás te dejare sola, quizás no puedas verme, pero siempre estaré ahí, en el viento, en el sol, en el cielo azul, siempre estaré cuidándote y protegiéndote, desde donde sea que este-prosiguió-siempre estaré contigo, siempre que lo necesites estaré contigo, te amo- concluyó. Ahora las lágrimas fluían en un torrente que bañaban su pálido rostro. Tomo mi cara entre sus manos y besó mi frente como solo una madre sabe hacerlo. Me acurruqué entre sus abrazos deleitándome en su aroma a lavanda y calidez, y caí en un sueño profundo sintiendo que cada una de sus palabras eran ciertas. Esa fue la última vez que la vi, la última vez que escuché su voz, la última vez que me sentí completamente segura.

Sentí como las lagrimas subían rápidamente a mis ojos y los desbordaban. Seque el agua con las sabanas y me dispuse a evadir aquella clase de recuerdos, al menos por esa noche.
Busque en los rincones de mi memoria algún recuerdo grato y el primero que mi vino a la mente fue el hermoso rostro de Tomas, la perfección de sus facciones y sus fascinantes ojos me elevaron y llevaron a un lugar grato donde solo era permitido sonreír. Cerré los ojos para concentrarme en su suave mirada y desee con todas mis fuerzas que el sol estuviera pronto a salir, para que así fuera la hora de poder verlo.
Un estruendoso sonido me despertó, repiqueteando en mis oídos, la alarma del celular sonaba y sonaba sin cesar. Observé la hora, eran las 9:45.

-Que?- grite en un tono muy alto de voz. Lo más probable es que dormida había apagado la alarma, y ahora estaba sumamente retrasada para juntarme con Tomas.

Me apresuré lo más que pude para evitar atrasarme más aun de lo que ya estaba. Abrí el agua de la ducha y terminé en un abrir y cerrar de ojos. Me puse los primeros pantalones que encontré y cuando estaba buscando una blusa o un top, el aparato celular sobre mi velador comenzó a vibrar y tocar Let it Be de los Beatles.

-Alo- contesté al presionar el botón del teléfono.
-Hola Danielle-escuché. Aquella voz me paralizó el corazón. Me tomó un par de segundos recobrar el ritmo normal de mi respiración y  encontrar algo cuerdo que decir.
-Hola Tomas- mi voz sonó casi como un susurro entrecortado.
-Bueno, estoy afuera de tu casa, esperándote-dijo con voz nerviosa. Ahora si los nervios se me iban de las manos y no podía controlarlos.
-Ya bajo-replique bruscamente y colgué con el botón rojo.

Cogí una blusa color marfil de manga corta y la abotoné rápidamente, tomé un par de cosas y las puse un morral, me puse la guitarra al hombro y corrí escaleras abajo.
Tomas parecía un ángel apoyado en su auto en una pose casual mientras el viento jugueteaba con su pelo negro el cual hacia contraste con su pálida tez blanca, a excepción de sus rosadas mejillas, haciéndolo lucir como una total estrella de cine, pero no de esas películas de acción, ni de comedia romántica de hoy en día, sino con la hermosura y la elegancia de las estrellas de antes, de antaño.
Se acercó lentamente y puso una de sus manos en mi cintura para disminuir la distancia entre nosotros, y suavemente posó sus labios en mi mejilla derecha con suma delicadeza. Aquel tibio beso me remeció completa. Caballerosamente cogió mi guitarra y la puso en el asiento trasero de su Volkswagen Touareg color bronce.

-Lindo auto- comenté.
-Gracias-sonrío orgulloso-fue un regalo de mi tío por haber sido el primero de la promoción en mi antigua escuela.
-Vaya, eres artista y además inteligente, no me lo habría imaginado-dije con ligero asombro. Sus facciones se volvieron algo incomodas, al parecer mis palabras le habían molestado-Lo siento, yo no estaba insinuando que no fueras inteligente ni nada de eso, lo que pasa es que…-me excusé.
-No te preocupes, entiendo, es difícil pensar que una persona puede destacarse en más de un aspecto-sonrió dulcemente.

Más de un aspecto, eso era decir poco, Tomás era sencillamente perfecto, al menos así me lo parecía hasta ahora.
Tomas abrigo la puerta del copiloto y me invitó a subir.
El vehículo esta tibio, no sé si porque mi temperatura corporal estaba elevada o porque la calefacción estaba encendida, cualquiera fuera la razón se sentía caluroso estar  tan cerca de semejante perfección.

-Te ves…-titubeó menos de un segundo y luego continuó-te ves muy sexy con el pelo mojado-concluyó con una sonrisa coqueta y la mirada al frente mientras hacía partir el vehículo.

Ahora podía decir con certeza que jamás en mi vida me había sentido tan avergonzada, ni había estado tan sonrojada.

-Emmm, gracias-pronuncié bajito y agaché la cabeza, y de esta manera me mantuve todo el trayecto a casa de Tomás, y respondiendo cortantemente con un sí o un no si me preguntaba algo.

-Llegamos-anunció el muchacho a mi lado.
-Linda casa-dije con sinceridad. Era una especie de cabaña grande en las afueras del pueblo, lo que le daba un aspecto muy rustico y hogareño.

Bajamos del auto y Tomás cargó mi guitarra hasta la entrada de la casa. Tomás sacó las llaves de su bolsillo y procedimos a cruzar el umbral.
Esperé de pie junto a un mostrador que separaba la cocina del comedor, mientras Tomás acomodaba las cosas en el sofá y luego se dirigida a buscar algo para beber. Sirvió ambos vasos con limonada y se posicionó frente a mí por el otro lado del mostrador. Observé el líquido amarillento largo rato cuando Tomás se movió en dirección a mí. Me enderecé en un reflejo y me quedé estática. Tomás se acercó cada vez mas y mas hasta que nuestros cuerpos estuvieron prácticamente unidos. Rodeó mi cintura con una mano y me acercó más aun hacia él. Rozó con su nariz mi frente y pude escuchar que su respiración era dificultosa.

-No sabes hace cuanto tiempo había ansiado este momento, tenerte tan cerca, sentir tu aroma, tu calor-susurró. Ahora con su mano libre acarició algunos mechones de mi cabello que aun se encontraban sueltos y los hizo juguetear entre sus delicados dedos.
Yo…-no podía formular palabras, no había nada cuerdo que pudiera decir, y en realidad no había nada que quisiera decir, solo quería que ese momento se prolongara antes de despertar de ese maravilloso sueno. Puso sus dedos sobre mis labios y los acarició tiernamente.
-No sabes hace cuanto quería probar tus labios-continuó mientras su respiración se agitaba más aun, al igual que la mía.
-Entonces hazlo-agregué. No sé de donde salieron esas palabras, ni como había tenido el atrevimiento de pronunciarlas pero lo había hecho. Cerré los ojos y esperé que el calor del momento terminara de envolverme.













Torbellino


Escucho River flows in you de Yiruma y siento como mil sensaciones distintas llegan a mí, me siento pequeña, indefensa, nostálgica, hace mucho ya que no me sentía así, vuelven mis ánimos de escribir.
Las emociones me invaden como un torbellino y me atrapan, quisiera poder detener el tiempo y quedarme así, quisiera estar en un día soleado en mi prado recién descubierto, y sonreír, bailar, cantar,, abrazarte y observar las nubes juguetear con el viento en lo alto del cielo.
Quizás sea porque mis abuelos cumplen 50 de años de casados, quizás sea porque estas otra vez conmigo, quizás sea porque todo está a punto de acabar, o quizás solo sea la canción. Independiente de cuál sea el motivo de mi estado, me siento extraña, no deseo seguir creciendo el cual entiendo es un miedo común, pero no lo sé, creo que ya crecí, a mi edad, más de lo que lo debería haber hecho, quizás suene estúpido e ilógico, pero en  este minuto no tengo miedo a hecho de que tengo que comenzar a enfrentarme a la vida sola, sino el hecho de que sé que estoy capacitada para hacerlo, sé que puedo, y eso me aterra. No quiero estar preparada aun, no quiero despedirme, aunque se en el fondo de mi ser, que el adiós no significará nada, se que los seguiré viendo, sé que no son solo promesas, lo sé, no tengo dudas al respecto, pero si sé que me harán falta, sé que no estarán allí todos los días regalándome sus sonrisas que me llenan de vida y me dan aliento para continuar, a pesar de las dificultades del camino. Los quiero tanto, como jamás nadie será capaz de entender o cuantificar. Son mi familia, mis amigos, los trozos de mi corazón.
Ojala hubiera algo que pudiera hacer, pero supongo que todo esto es parte del proceso de la vida, creo que lo único que queda por hacer es seguir sonriendo y vivir como lo he hecho siempre, amándolos con cada fibra de mi ser y disfrutar como una niña, sin vergüenza ni miedos a lo que el resto diga.