Capítulo VII: Una Noche Para No Olvidar

La mañana siguiente desperté con una extraña sensación de ansiedad, como si algo me hiciera falta, como si me costara respirar, Tomás, pensé para mis adentros, él era la razón de sentirme así, no sabía que el amor podía ser tan fuerte, que iba a doler no estar con él, como si su presencia pudiera darme vida y su ausencia quitármela. Suspiré y me levanté para darme una ducha antes de salir al Instituto. Mi rutina fue de lo más normal esa mañana, me vestí, tomé desayuno, revisé la contestadora para ver si mi padre había dejado algún mensaje, cosa que no había hecho, y me dirigí a clases.

Como cualquier viernes entré al salón de idioma extranjero, francés, para ser más precisos. Tomé asiento junto a la ventana y me dispuse a prestar atención, pero al tiempo que la profesora comenzaba a dictar su clase mi mente comenzó a divagar en lugares extraños que me eran del todo desconocidos. Mi imaginación estaba trabajando al máximo, creando mundos donde solo existía Tomás y yo, posicionándome en escenas de película donde yo era la chica que esperaba el beso de su príncipe para despertar de aquel sueño profundo y me invitaba a ser parte de un cuento de hadas, de una historia de amor sin fin. Suspiré profundamente e intenté seguirle el hilo a las ideas que fluían en mi mente.

-Señorita Dupont-exclamó la profesora de francés- Le hice una pregunta- dijo con mirada acusadora.

-Lo siento, ¿podría repetirla?- dije encogiéndome un poco y haciendo una mueca de disculpa.

-¿Podría usted traducir esta frase?- hizo un gesto de aclararse la garganta y abrió la boca para hablar- Je t'aime et vous suivra tout au long de la vie comme le soleil chasse la lune chaque jour, mais ne peut jamais atteindre- dijo lanzándome una mirada que claramente indicaba que me estaba retando.

-Claro que puedo-dije un tanto pagada de mí misma, el francés no era mi lengua materna, pero gracias a mi padre lo dominaba casi en su totalidad, ya que consideraba muy importante relacionarse con nuestras raíces- Usted dijo-contesté mientras tragaba saliva, debido a que el texto me hizo pensar en Tomás- Te amo y te seguiré toda la vida como el sol persigue a la luna cada día aunque no pueda alcanzarla jamás- explique haciendo una mueca de orgullo de manera de demostrarle que su misión de dejarme en vergüenza no había dado resultado. Nunca entendí completamente el afán de la señora Truman de intentar humillarme frente a la clase, quizás tiene que ver con el hecho de que mi manejo del idioma francés era mejor que el de ella, o simplemente porque tenía algo en mi contra, sin importar cuales fueran sus verdaderas motivaciones, siempre estaba intentando dejarme en ridículo, cosa que, afortunadamente, nunca conseguía.

-Eso está correcto-dijo la señora Truman con cierta molestia, el fuego en sus ojos ardía con potencia como si se estuviera aguantando un par de venenosas palabras. Pero en vez de acuchillarme con mordaces frases, se giró hacia el pizarrón, dio vuelta la página del libro y siguió dictando su clase.

Me sumergí en mis pensamientos nuevamente, por lo que el resto de la hora se me hizo sumamente corta. El timbre me tomó desprevenida por lo que me hizo dar un salto en mi asiento y botar mis lápices. Me apresuré en recoger mis cosas y me dirigí a mi casillero para tomar el libro de mi siguiente clase. Cuando llegué al casillero 218, que era el mío, Clarice estaba esperándome con una gran sonrisa.

-Hola Clarice- exclamé devolviéndole la sonrisa y dándole un beso en la mejilla- ¿Cómo estas?- pregunté mientras ponía mis libros dentro del casillero.

-Extremadamente ansiosa por lo de esta noche- replicó entusiasmada.

-¿Lo de esta noche?- contesté algo confundida.

-¿No te habrás olvidado de que hoy es el baile de bienvenida verdad?- dijo abriendo los ojos como platos.

-Ah, por supuesto que no lo he olvidado, solo estaba bromeando- mentí e intenté disimularlo con una sonrisa. No recordaba nada sobre el baile de bienvenida, había estado tan distraída que ni siquiera había puesto real atención a las conversaciones que tenía con mi amiga, la verdad es que no había prestado atención a nada de lo que había ocurrido a mi alrededor los últimos días, lo único que ocupaba mi mente era Tomás y sus cautivantes ojos grises.

-Bueno Josh y yo pasaremos a buscarte a las 8 pm- dijo mientras caminábamos por el pasillo rumbo a la siguiente clase que compartíamos.

-Está bien, pero ¿es necesario que vaya?- pregunté. Nunca había sido una persona que no le gustara divertirse, pero los bailes de secundaria nunca me habían llamado demasiado la atención.

-Danielle por favor- dijo en tono suplicante- lo prometiste, además es el último baile de bienvenida en el que participaremos, recuerda que el próximo año estaremos en la universidad y allí no hacen este tipo de bailes- explicó de manera seria, Clarice solo utilizaba ese tono cuando estaba tratando de convencerme de que hiciera algo que no quería, y por desgracias, siempre resultaba.

-Está bien- rezongué- pero debes prometerme que no me dejaras sola y no dejarás que haga el ridículo en la pista de baile tampoco- dije tratando de alivianar la conversación.

- Por supuesto que no ¿Qué clase de amiga crees que soy?- contestó entre risas mientras ingresábamos al salón donde se impartían las clases de cocina.

Las horas que faltaban para el almuerzo pasaron rápidamente y me sentía ansiosa, ya que sabía que allí podría ver a Tomás. Josh, Clarice y yo nos reunimos en la entrada y nos sentamos en nuestra mesa de costumbre.

- ¿Buscas a alguien?- preguntó Josh con una sonrisa pícara que le llenaba el rostro.

-No a nadie- me apresuré en decir- ¿Por qué lo preguntas?- contesté algo a la defensiva.

-Por que desde que llegamos a la cafetería tu mirada ha recorrido unas cien veces el lugar- dijo como si mi respuesta lo hubiera divertido.

-Yo solo estaba…- intenté formular una respuesta convincente que no me delatara. Por suerte Clarice nos interrumpió.

-Basta con el interrogatorio Josh- le dijo de manera juguetona a su novio mientras se acercaba a el de manera que sus narices se rozaran.

-Por ti cualquier cosa- respondió el muchacho de manera pícara, mientras se acercaba más a ella para que sus labios se tocaran y se fundieran en un dulce beso. Clarice sonrió cuando sus rostros se apartaron y luego se inclinó al él nuevamente para besarlo, aunque esta vez de manera más apasionada.

No es que me molestara que mis amigos estuvieran juntos y se demostraran su amor en público, pero aún así me sentía algo incómoda.

-No quiero interrumpirlos muchachos, pero debo irme a clases- expliqué mientras me paraba de mi asiento y tomaba mis cosas.

-Lo siento cariño- se disculpó Clarice, aunque se reía por lo bajo al igual que Josh.

-Nos vemos en la tarde entonces- dijo el muchacho de cabellos rubios.

-Si, claro- respondí simulando una sonrisa de entusiasmo por el panorama.

Salí de la cafetería recorriéndola con la mirada por última vez para ver si encontraba a Tomás, pero para mi desgracia el chico que me robaba el sueño no se encontraba allí. Suspiré decepcionada y me dirigí hacia el gimnasio para mi última clase.

La clase de Gimnasia se me hizo bastante corta a decir verdad, probablemente porque disfrutaba del ejercicio físico y me daba la oportunidad de distraerme de todas las preocupaciones que inundaban mis pensamientos.

Una vez en casa Lila anunció que en un par de horas estaría listo el pavo y que papá había llamado y había dejado un mensaje en la contestadora. Le di las gracias a Lila y subí a mi habitación con desgano.

La luz roja de la contestadora de mi habitación parpadeaba insistente esperando que alguien presionara el botón. La maquina anunció un mensaje de voz, soltó un pitido y luego se escuchó la voz de mi padre. El mensaje explicaba que por cuestiones de negocios su viaje se alargaría algo más de una semana, que había echo una transacción a mi cuenta para sustentarme los días que faltaban y que me cuidara mucho.

Encendí el computador para revisar mis mensajes y mientras el aparato se prendía fui al baño para echar un vistazo a mi aspecto. Las ojeras formaban profundos surcos debajo de mis ojos, pero si dejaba eso de un lado no me veía tan mal. Revisé los mensajes de la bandeja de entrada y luego apagué la maquina.

Observé la hora en el reloj que se encontraba en mi mesa de noche, aún faltaban unas tres horas y media para que Clarice y Josh pasaran a recogerme, lo que me daba bastante tiempo para descansar antes de comenzar a arreglarme, no es que se pudiera hacer mucho, pero algo de maquillaje y algo de fijador en el cabello no me sentarían nada mal para el baile.

Me tendí sobre la cama y observe el techo blanco, había algo en él que me causaba tranquilidad, una falsa sensación de paz bastante agradable. Cuando estuve relajada mi mente comenzó a divagar nuevamente como esta mañana en clases y empezó a formular alocadas teorías sobre la extraña ausencia de Tomás el día de hoy, pronto las teorías comenzaron a transformarse en fantasías donde Tomás y yo estábamos juntos y sus labios se posaban sobre los míos con urgencia buscando el calor de mi lengua y con sus manos recorría mi espalda, sin querer una sonrisa se dibujo en mis labios ante la idea de esa provocativa situación, cerré los ojos y deje que mis pensamientos tomaran su curso.

-Cariño, Clarice te llama por teléfono- anunció Lila desde el piso de abajo.

La voz de Lila me tomó por sorpresa haciéndome dar un salto, no me había dado cuenta pero en algún minuto me había quedado dormida.

-Gracias Lila, contestaré aquí arriba- le contesté a la adorable mujer. Puse el auricular junto a mi oído y abrí la boca para hablar.

-Hola Clarice, ¿Qué cuentas?- dije refregándome los ojos para quitarme la somnolencia que aún me invadía.

-Hola, solo llamaba para confirmar que irías al baile y que pasaremos por ti en dos horas- dijo con un tono entusiasta en su voz.

Dos horas!, Oh no, aún tenía que ducharme y arreglarme para el baile, no debería haberme tendido sobre la cama, ahora estaba atrasada.

-Claro, en dos horas entonces- contesté, intentando disimular mi nerviosismo- Adiós- finalicé.

-Nos vemos- replicó la muchacha de contextura delgada y cabellos castaños claros que había sido mi amiga desde que podía recordar.

Colgué el teléfono y puse mi rostro entre mis manos presionando fuerte para liberar mi tensión. Bajé casi corriendo las escaleras para pedir la ayuda de Lila.

-Lila estoy atrasada para el baile, ¿Crees que puedas ayudarme con el cabello y el maquillaje?- dije con tono de desesperación.

-Claro cariño, no tienes ni que pedírmelo, sube, dúchate rápido y luego iré a tu habitación a ayudarte- dijo mientras sus labios dibujaban una sonrisa que le llenaba el rostro.

-Gracias Lila, eres un amor- repliqué, mientras suspiraba aliviada.

Subí corriendo, me quité la ropa a tal velocidad que las prendas quedaron regadas por toda la habitación. Abrí el agua y tomé la ducha más rápida de mi vida. Envolví mi cuerpo en una toalla y salí del baño para buscar algo que ponerme. Me puse las bragas y un sujetador sin tirantes, me coloqué una bata de seda blanca y llamé a Lila para que me ayudara con todo el proceso que correspondía a la preparación para un baile. La mujer entró apresuradamente en mi habitación y puso una serie de estuches y utensilios para el cabello sobre el mesón de baño.

-Bueno aquí vamos- pronunció Lila mientras alcanzaba unas peinetas y una lata de fijador.

Puso una silla frente al lavatorio pero de espaldas al espejo, al parecer quería que fuera sorpresa. Bastantes minutos y tirones de cabello más tarde la mujer anunció que había terminado.

-Quedaste preciosa- dijo con la voz casi quebrándosele por la emoción- ponte el vestido para poder maquillarte- dijo con cierta autoridad, pero de manera suave para no hacerlo sonar como una orden.

-Deja echar un vistazo a como quedé y me lo pongo- contesté intentando darme vuelta para mirarme en el espejo, pero en ese mismo instante Lila me tomó por los brazos.

- Por supuesto que no, quiero que el resultado final sea una sorpresa- dijo con sonrisa picarona.

Hice una mueca de disgustó y suspiré mientras me dirigía mi armario para seleccionar un vestido. Abrí las puertas de par en par y observé detenidamente cada uno de los vestidos que aún estaban en sus bolsas. Papá insistía en traerme un vestido a la vuelta de cada uno de sus largos viajes, por lo que tenía muchos de donde escoger para el baile. Jugueteé con mis dedos entres las bolsas y perchas y por fin encontré un color que me llamó la atención, era un color entre azul y gris, lo que me recordó los ojos de Tomás. Descolgué el vestido y lo puse sobre mi cama para retirarle la bolsa protectora. Cuando lo abrí pude verlo completamente y apreciar los hermosos detalles y terminaciones, era exquisito. Escuché a Lila tras de mí inhalar muy fuerte cuando liberé el vestido de la bolsa y la percha, lo que me indicó que ese era el indicado. Me quité la bata e ingresé con delicadeza en el para no estropearlo. Lila me subió el cierre y cuando estuve lista me senté nuevamente en la silla que habíamos puesto a modo de tocador en el baño. Esperé allí mientras Lila salía de la habitación sin dar explicaciones. Me sentí muy tentada a mirarme en el espejo, pero decidí resistirme, Lila quería que fuera una sorpresa, y me sentía bien agradando a la mujer que había cuidado tanto de mí, especialmente desde que mamá me había dejado sola.

Lila entró a la habitación con un estuche lleno de maquillajes.

-Eran de tu madre-dijo con dulzura- estoy segura que le gustaría verte así- pronunció mientras acariciaba mi rostro con dulzura.

Me limité a sonreír y cerré los ojos para dejar a Lila terminar su trabajo. Unos diez minutos más tarde sentí como la mujer quitaba sus manos de mi rostro y me giraba hacia el espejo.

-Listo-dijo con entusiasmo-abre los ojos-habló con gran alegría.

Abrí mis ojos lentamente, preparándome para la impresión del cambio, pero definitivamente no estaba preparada para lo que vi.

-Eres el vivo retrato de tu madre- dijo Lila mientras secaba una lágrima.

La respiración se me hizo difícil, pero apreté los puños y me obligué a mi misma a mantener la compostura, después de todo me había prometido no volver a llorar por nada después de la muerte de mi madre, ni siquiera con su recuerdo. Pero aún así podía sentir la angustia en la garganta y las lágrimas precipitándose a mis ojos. Me di la orden mental de respirar profundo y lo hice. Con gran esfuerzo esbocé una sonrisa. Abracé a Lila con todas mis fuerzas y me miré una vez más al espejo cuando sonó el timbre.

-Esos deben ser tus amigos Danielle- dijo Lila-Iré a abrirles- articuló mientras se dirigía hacia la puerta de mi cuarto.

-Gracias-añadí, mientras la mujer bajaba aceleradamente las escaleras.

Mis palmas comenzaron a sudar sin control debido al nerviosismo, pero me dije a mí misma que debía calmarme, que este baile no era anda del otro mundo, era un mero evento formal para dar bienvenida a las clases. Era insensato ponerse así, pero bueno, era mi primer baile y tenía derecho a estar un poco nerviosa.

-Detente-dije en voz baja solo para que fuera audible para mí misma. Respiré hondo y me concentré en el ritmo de esta. Siempre lograba calmarme de esa manera. Mi madre desde pequeña me había enseñado a calmarme de ese modo. Y eso era algo que ponía en práctica hasta el día de hoy, incluyendo esta noche

Tomé una mantilla gris con brillo, para cubrirme los hombros, y así protegerme del frío de la noche, ya que el vestido no tenía hombros y llegaba tan solo hasta la rodilla. Tomé también una cartera de mano, donde puse algo de brillo labial, mis llaves, la tarjeta de crédito que papá me había dado y mi celular. Bajé las escaleras un tanto nerviosa y ansiosa por la reacción que Clarice y Josh tendrían al verme, y en parte también por el temor a caerme en los finos tacos color plata que llevaba.

Observé detenidamente por última vez mi reflejo en el gran espejo del pasillo, despejé mis pensamientos y por alguna extraña razón tuve el presentimiento que esta sería una noche que no olvidaría jamás.

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