Capítulo II: Una voz


No sé cuanto tiempo habré estado reflexionando sobre la extraña sensación que tenía, pero en algún minuto cerré los ojos y me quedé dormida. Desperté temprano por la mañana otra vez, pero más temprano que el día sábado, me levanté rápidamente para comprobar si el día estaría nublado nuevamente o soleado como a mi tanto me gustaba. El sol aún no salía, es más, aun estaba un poco oscuro, me acerqué a la cama para comprobar la hora en el reloj que estaba sobre la mesita de noche y me di cuenta que solo eran las 6:03, suspiré y dejé el reloj en su lugar. Era lo suficientemente temprano como para volver a la cama y dormir un par de horas más, pero sabía que no podría hacerlo, una vez que me paraba de la cama era imposible volverme a dormir, siempre había tenido ese problema, y quizás por eso también tenia esas profundas ojeras bajo mis ojos, por alguna razón nunca había podido tener un sueno realmente reparador, siempre despertaba con el minimo ruido o sumamente temprano, sin poder volver a descansar como cualquier otro ser humano normal lo hacia, pero a decir verdad, nunca me había considerado demasiado normal.
La calefacción estaba apagada, por lo que sentí un poco de frío pensé que una ducha tibia me calentaría el cuerpo, me quité el pijama y eché a correr el agua, el agua caliente sobre mi piel quemaba al principio, pero cuando al fin me acostumbré a la temperatura, la lluvia que caía desde la regadera se sentía como una caricia suave y protectora que rozaba mi piel tiernamente, envolviéndome en un abrazo tibio. Corté el agua, tomé la toalla y me envolví en ella para buscar algo de vestir. Al salir del baño la temperatura cambió bruscamente e hizo que los vellos de mis brazos se erizaran y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, desde la nuca hasta la punta de los pies. Abrí el armario y tomé unos jeans gastados, una camiseta azul y un sweater blanco, me los puse rápidamente y me calcé unas zapatillas. Llevé la toalla al baño e hice mi cama, mientras la hacía, mi cabello, que me llegaba hasta los codos, se mecía de un lado a otro mojando mi sweater, por lo que decidí secarlo. Tardé un largo rato secándolo ya que tenía mucho cabello, pero al menos así el frío se me quitó y mi cabello se veía ordenado.
Volví a mi habitación y miré el reloj otra vez, eran las 6:58, todavía era demasiado temprano. Encendí el computador, me pareció una eternidad lo que se demoró en encender, aunque solo fuera un par de minutos, la casa estaba en completo silencio y esto hacía parecer al computador lo más ruidoso del mundo.
Cuando al fin encendió y hube ingresado la clave, me dirigí  a la bandeja de entrada para leer mis correos, había tres mensajes, todos correos basura, los eliminé y cerré la bandeja. Abrí el navegador de internet y tipié una página donde recomendaban libros, me pasé un largo rato ahí, anoté algunos en un papel y cerré la página. Abrí el reproductor de música y seleccioné la reproducción al azar. Miré la hora en el computador, eran las 7:32, tomé un esmalte de uñas negro y me pinté las uñas, adoraba píntame las uñas de negro. La música sonaba de fondo mientras esperaba que el esmalte se secara.
Cuando al fin terminé, me dirigí hacia la gran estantería de mi pieza que estaba llena de libros, los había leído todos, pero disfrutaba releyéndolos y buscándoles nuevos significados a las palabras, escogí entre los textos uno llamado Emma de Jane Austen, creo que solo lo había leído una vez y me pareció una buena oportunidad para comenzarlo nuevamente. Como siempre me abstraje totalmente y me perdí entre las páginas que parecían absorberme hasta hacerme parte de la historia, adoraba esto de los libros, me permitían pertenecer a un mundo completamente diferente, aunque fuera solo por unas horas. De pronto mi padre irrumpió en mi pieza.

-Elle- dijo mi padre llamándome por mi diminutivo- Surgió algo en el banco y debo viajar a España- las palabras sonaban como una disculpa- Tendré que ausentarme durante toda la semana, si me apresuro y tomó el vuelo de las 2 quizás llegué a tiempo- dijo mientras miraba su reloj.

Suspiré profundamente y contesté

-Está bien papá, no te preocupes, tengo 17, creo que puedo cuidarme sola- dije un tanto santurrona.
-Lo siento cariño, de verdad que sí, pero si no fuera sumamente importante tu sabes que preferiría quedarme contigo- lo decía enserio.
-Lo sé papá, y no te preocupes, de todas maneras mañana comienzan las clases por lo que no estaré mucho tiempo en la casa- dije mientras le dedicaba una sonrisa cortes.
-Gracias por entenderme dulzura. Ya hablé con Lila y acordamos en que se quedará contigo por las noches-anadi’o
-No es necesario- repliqué- Lila tiene su familia y yo puedo quedarme sola, la casa es segura y un par de noches sola no me matara- dije en tono burlón.
-Claro que lo es Danielle- dijo en tono preocupado y casi de reprimenda- tú eres lo único que me queda y no dejaré que nada te pasé- la voz se le quebró un poco al decir esto- te quedarás con Lila y punto-esta vez su voz era seria, estaba dando una orden.
-Está bien papá- dije agachando la cabeza- no era mi intención desobedecerte, simplemente lo decía por Lila, pero gracias por preocuparte por mí- dije con real agradecimiento.
-No me des las gracias hija, yo te quiero mucho y me nace preocuparme, no lo hago como un favor- dijo con voz suave, tal vez porque se dio cuenta que había ocupado un tono muy brusco. M besó en la frente y se dirigió a su habitación para empacar.

Guardé el libro y me dirigí a la pieza de papá que se encontraba al final del pasillo.
Mi padre siempre se pon’ia un poco sentimental cuando tenia que viajar y dejarme sola, lo entendía, después de todo hace muchos anos que eramos solo los dos. Para el había sido muy difícil la partida de mam’a, después de todo era el amor de su vida, y no lo culpaba por haberse vuelto tan sentimental.

-¿Papá?- dije con dulzura, siempre ocupaba ese tono cuando quería algo- ¿Crees que cuando vayas camino al aeropuerto puedas dejarme cerca del centro?-añadí una sonrisa a mis palabras.
-Claro- dijo sin mirar mientras buscaba algo en el armario- tienes que estar lista las 12:30 para que salgamos y no debes volver muy tarde- no podía evitar ser sobre protector- solo recuerda llevar tu celular y yo te daré algo de dinero.
-Gracias- sonreí ampliamente dejando ver los dientes, me di la vuelta y me dirigí a mi habitación.

Busqué en una cómoda mi morral y puse en ella algunas cosas que necesitaba, como mis llaves, el celular, la billetera y la lista de libros que quería comprar. Miré el reloj eran las 12:15, tomé una chaqueta, ya que pude comprobar que el cielo estaba gris otra vez, esto definitivamente no podía ser una buena señal, pensé para mis adentros. Caminé hacia la habitación de mi padre, que estaba al final del pasillo. Toqué la puerta a pesar de que estaba abierta, lo hacía con la intención de captar la atención de papá.

-Estoy lista- dije entusiasmada, no es que m entusiasmara la idea de que papá se fuera lejos, sino saber que iría a la librería y luego a comprar discos.
-Ayúdame a bajar mi equipaje entonces- dijo mientras ponía las maletas en el piso.

Me acerqué y tomé el bolso más pequeño, mientras papá tomaba la maleta grande. Bajé las escaleras y puse el bolso en el piso mientras buscaba las llaves dentro de mi morral, desactivé la alarma y abrí la puerta de la cocina que daba al cobertizo donde se encontraba el auto, puse la maleta nuevamente en el suelo y apreté el botón del portón eléctrico para que se abriera. Papá llegó a mi lado y abrió la maletera, pusimos las cosas ahí y el se subió al auto, yo activé la alarma nuevamente y le pasé el cerrojo a la puerta, di la vuelta al auto y me subí en el asiento del copiloto.

-¿Tienes todo?- preguntó papá de manera impaciente, apresurándose en bajar sus cosas para ponerlas en el Porsche  Cayenne color plata, que tanto cuidaba y adoraba.

Eché una mirada a mi morral y le contesté.

- Si papá, tengo todo-dije mirando el morral que estaba sobre mi regazo.

Encendió el auto y retrocedió para ponerse en marcha. El trayecto fue incómodo y en silencio. Papá y yo no acostumbrábamos a pasar mucho tiempo juntos, y cuando lo hacíamos ninguno de los dos sabía que decir. Llegamos rápidamente al centro, no nos tardamos mas de 15 minutos, pero a mi me pareció eterno.

-Gracias papá- le dije mirándole a los ojos y dedicándole una sonrisa dulce- Que tengas un buen viaje- le dese’e.
-Gracias cariño- dijo papá devolviéndome la sonrisa-Lila llegará mañana por la mañana, así que estarás sola esta noche- dijo mientras yo abría la puerta del vehículo-Recuerda dejar todo con llave y la alarma encendida- allí estaba otra vez ese tono sobre protector.
-Lo sé papá, no te preocupes, estaré bien-dije suavemente para tranquilizarlo-Vuelve pronto- le sonreí e hice un gesto con la mano en forma de despedida.
-Volveré lo antes posible- contestó y respondió mi gesto con la mano.
Cerré la puerta y caminé en dirección a la librería. Cuando llegué abrí la puerta y respiré profundamente para que el olor de libros me inundara.
-Hola Josefina- dijo la encargada de la tienda mientras revisaba unos papeles que estaban sobre el mesón. La chica de unos 22 años ya me conocía, ya que yo iba al menos una vez a la semana para actualizar mi surtida variedad de libros.
-Hola Alexia- contesté sonriente para ser cortes, la chica de la librería ya me conocía hace mucho, ya quera asidua a la libreria.

Caminé hacia las estanterías buscando los títulos que había anotado en el papel. Me tomé mi tiempo para revisar si había llegado algo nuevo. Cuando encontré lo que buscaba me dirigí hacia el mesón para pagar los libros. Le entregue la tarjeta de crédito que papá me había regalado en mi cumpleaños número 13.

-¿Sólo 2 libros?- preguntó la chica en su voz aguda. Acostumbrar a ir semana por medio y  llevar 4 o 5 libros, por lo que debi’o de parecerle extraño que el numero se hubiera reducido a la mitad.
- Si, esta semana comienzo la escuela y no tendré mucho tiempo-dije haciendo una mueca de disgusto.

La chica pasó la tarjeta y cobró los libros, me devolvió la tarjeta y me entregó el recibo.

-Aquí está-dijo mientras me pasaba una bolsa negra con el logo de la tienda.
-Gracias- contesté. Y luego me marché, haciendo sonar la campana de la puerta mientras cruzaba el umbral hacia la calle.

Caminé un par de cuadras al norte y entré a la disquería. Estuve alrededor de media hora allí, pero no encontré nada de mi agrado que ya no tuviera. Caminé fuera de la tienda con decepción, observé mi reloj, marcaba las 2 de la tarde. No tenía hambre pero un café no vendría mal. Caminé tres cuadras al oeste y entré a una cafetería, había fila, no me importó no tenía que llegar a ninguna parte, es mas ansiaba matar el tiempo de alguna manera. Había unas tres personas delante de mí. De pronto escuché una voz masculina que me cautivó completamente.

-Capuchino doble-dijo la cautivadora voz.

Por algún motivo mi corazón se aceleró por razones que no comprendía. Mis manos comenzaron a sudar y tragué saliva excesivamente rápido, mi pulso comenz’o a acelerarse también, tanto que casi podía sentir las palpitaciones en mi cuello. Se me dificultaba la respiraci’on, como si estuviera a punto de darme un ataque de asma, l oque me pareci’o muy extraño, ya que siempre había tenido muy buena salud.

-Gracias-dijo la voz, sonaba mucho más dulce ahora que le prestaba completa atención. La voz entr’o en mis oídos como dulce música, serenando un poco la reacción que mi cuerpo había tenido al escucharla hace un par de segundos atras, despertando toda mi curiosidad.

Observé como el muchacho salía de la fila y se giraba en mi dirección seguramente para buscar una mesa. El chico miraba su café y quitaba la tapa para comprobar si su pedido era correcto. Levantó la mirada y entonces mi corazón se detuvo.




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