Capítulo X: Contacto



Tomó mi cara entre sus manos, y posó sus ojos sobre los míos como queriendo averiguar lo que escondían, recorrió mi rostro con su mirada hasta que se detuvo en mis labios. Pude sentir como su respiración se apresuraba, lo noté porque la mía hacía lo mismo. El calor de su piel quemaba mientras se acercaba cada vez más a mí, ese momento duró una eternidad. Sus labios presionaron suavemente contra los míos lo que detuvo mi aliento, e hizo que mi corazón palpitara sin control. Se separó lo suficiente de mí para poder mirarme a los ojos, esbozó una leve sonrisa y susurró en mi oído.

-Nunca estarás sola otra vez, no mientras me queden fuerzas para mantenerme a tu lado. 
Sus palabras resonaron en mi cabeza, cerré los ojos intentado asimilar el peso de ellas y deseando 
con todas mis fuerzas que fueran verdad.

Su nariz se deslizó lentamente, rozando mi rostro desde un costado hasta llegar a mis labios nuevamente. Con una de sus manos me quitó el cabello de la cara y la otra se deslizó por mi brazo, haciéndome estremecer por el contacto, llegó hasta mi mano y la tomó dejándola en su pecho, cerca de su corazón, pude sentir sus latidos fuertes y seguros. Colocó su mano derecha en mi cintura y acercó mi cuerpo contra el suyo, con la mano izquierda tomó mi mentón y acercó mi cara hasta que estuvo a tan solo un par de centímetros del suyo, deslizó su mano por mi mejilla y puso sus dedos entre mi cabello, hice lo mismo con la mía, sin quitar la otra de su pecho, cerré mis ojos y respire profundo. Sus labios tibios ya estaban en los míos deslizándose lentamente, pero con fuerza abrazadora, mis labios tomaron su curso. Desee con todas mis fuerzas poder responder a sus palabras con una promesa tan importante como la suya, sintiendo miedo de que al abrir mis ojos no hubiera sido más que un sueño.
El beso se hizo cada vez masa intenso, pasó de ser algo sumamente agradable a una necesidad, una necesidad casi descontrolada.
Nuestros labios se sumergieron en la humedad y el calor de la pasión, siendo interrumpidos solo por la necesidad de respirar.
Aquel maravilloso beso me hizo perder la noción del tiempo. De pronto nos encontramos separados el uno del otro, casi jadeando del agotamiento.
Nuestras miradas se cruzaron de manera cómplice y note cierta inquietud en Tomás.

-Ah entiendo-dije. Tomás puso una cara de no comprender de lo que hablaba.
-A que te refieres con eso?-preguntó levantando una ceja.
-A que está bien si te arrepientes de eso y si quieres retractarte de lo que dijiste…-respondí antes de que me interrumpiera.
-Crees que me arrepiento?-acusó.
-Es que yo pensé- alcancé a responder antes de volviera a interrumpirme.
-No pienses esas cosas, lo que dije lo hice enserio. No tienes idea hace cuanto quería decirlo.­ Los días que hemos pasado juntos últimamente, no lo sé, han sido increíbles, se que nos hemos visto muy poco, las clases, el baile y ese día en tu casa, pero creo que nunca había sentido algo tan fuerte y tan rápido por alguien, aunque quizás es entendible debido a que eres la persona más especial que he conocido. Por favor no vuelvas a pensar algo así, yo…-dijo. Sus palabras me hicieron romper en llanto.
-Que fue lo que dije?-replicó desconcertado.
-Es solo que, no pensé que volvería a sentirme de esta manera otra vez-contesté entre sollozos.
-De que manera?-inquirió mientras se acercaba rodeaba mi cintura con su mano y me llevaba en dirección al sillón de cuero ubicado en la sala.
-A no sentirme sola-contesté mientras las lágrimas bañaban mis mejillas y rodaban hasta mi mentón cayendo como la lluvia sobre mis rodillas.
-Nunca te dejaré sola-añadió dulcemente. Puso sus brazos alrededor de hombros y acercó mi cabeza hacia su pecho en donde reposé mi rostro buscando consuelo en el calor de su abrazo.

No estoy muy segura de cuánto tiempo estuve allí, llorando y luego simplemente por el placer de encontrarme entre los brazos de Tomás.
De pronto sentí como el viento comenzó a pasar entre nosotros y me di cuenta de que Tomás me alejaba de su cuerpo.

-Me encanta estar así, pero…-dijo antes de que yo lo interrumpiera.
-Debemos hacer el trabajo de música-añadí separándome más aun de él y sentándome apropiadamente.
-Exacto- contestó con su sonrisa cautivadora.

Tomé mi guitarra con una mano, ya que la otra la tenia envuelta en la de Tomás. Avanzamos por el corredor hasta una habitación donde había un escritorio, un gran librero y un piano.
Quité el estuche a la guitarra y acerqué la silla que se encontraba al lado del librero, junto al piano. Tomás comenzó a tocar en el piano una hermosa melodía, la cual me pareció muy familiar.
-Es tu melodía, yo solo la modifiqué un poco para que sonara bien en el piano-dijo mientras sus 
largos dedos jugueteaban entre las teclas produciendo hermosos sonidos.
-Se escucha muy bien- agregué asombrada por lo armonioso que se escuchaba aquella melodía que un día había llegado hasta mi mente y había decidido plasmarla en la guitarra.
-Toma tu guitarra y acompáñame- añadió.

Posicioné la guitarra sobre mi regazo y comencé a tocar mi melodía. Las palabras comenzaron a agolparse en mi mente, cosas como amor, ilusión, y un montón de otras ideas y sentimientos, que en cualquier otro momento de mi vida me habrían parecido una cursilería extrema, pero bajo estas circunstancias era todo lo que podía pensar.
Tocamos la canción un millón y una de veces, hasta que mis dedos ya estuvieron cansados y adoloridos de tanto rasguear las cuerdas.

-Mira tus dedos, están rojos, déjame ver eso-dijo con real preocupación.
-No es nada- le contesté. Mis dedos estaban un poco rojos y quizás ligeramente hinchados, pero nada que con unos minutos de reposo no fueran a curar.
-Claro que si-contestó el. Tomó mi antebrazo y me dirigió por el pasillo hacia una puerta color blanco. Abrió la puerta y encendió la luz que iluminó completamente el gran baño. Abrió la llave del lavamanos y puso mis dedos bajo el agua fría. Frente a nosotros se encontraba un gran espejo en el cual podía ver como Tomás, protectora y cariñosamente, remojaba mis dedos sin prestar atención a que lo observaba. Cuando por fin se dio cuenta bajé mi rostro con las mejillas encendidas por la vergüenza.
-Te ves muy tierna así- dijo juguetonamente.
-Así como?-le contesté apartándome de él.
-Así, avergonzada, pero sabes no tienes nada de qué avergonzarte, al menos no conmigo- replicó poniendo sus manos sobre mis hombros.

Le sonreí y luego me acerqué para besar su mejilla.

-Gracias- susurré en su oído.
-Porque?-preguntó.
-Solo gracias- añadí. Rodeó mi cuerpo con sus fuertes brazos  y besó mi frente.
-Que quieres hacer ahora?- preguntó sin soltarme.
-No lo s’e- repliqu’e, mientras acomodaba mi cabeza para poder escuchar con más claridad el palpitar sonoro de su corazón.
-Te parece si nos preparamos unos sándwiches y vamos a dar una vuelta al bosque que queda cerca de aquí- preguntó.
-Me parece bien- lo decía sinceramente, caminar era una de mis actividades favoritas, y más si podía hacerlo al aire libre, lejos del ruido del tráfico de la ciudad y de la gente cuchicheando en las calles.
-Es un plan entonces-concluyó.

Fuimos a la cocina y empacamos algunas cosas para comer en un bolso de Tomás, y luego partimos en dirección al boque, siguiendo el sendero que llevaba desde la casa de Tomás hasta este.

-Me encanta este lugar. Cuando llegamos a la ciudad después de vivir en el hotel, nos mudamos acá, y como siempre pasaba mucho tiempo solo, con todo eso de que mama viva lejos con su nueva pareja y que mi hermana menor viva con ella, y mi padre y mi tío que siempre están ocupados con el negocio familiar, así que salía todas las tardes a caminar y descubrí que este lugar tenía algo mágico, es como si me llenara de una paz inmensa-comentó mientras entrabamos al camino dentro de aquel denso bosque.
Lo observé largo rato mientras contaba anécdotas de cómo había descubierto lugares especiales en el bosque y como pasaba los días en la ciudad cuando aun no conocía a nadie. Tomás podría haber hablado toda la vida y yo seguiría hipnotizadas escuchando su cautivante voz y observando esos pequeños gestos que me cautivaban, como el hecho de que de vez en cuando se mordiera un poco el labio inferior, aquel gesto juguetón me volvía completamente loca. Sinceramente podría haber estado así toda mi vida, era como si sus palabras me llenaran, llenaran el vacio que había habido dentro de mí todos estos años, pero aun así había algo que no se sentía bien, creo que era el hecho de que todo se sentía demasiado perfecto, y por experiencia propia sabia que las cosas no eran así. No era posible que algo fuera tan mágico, tan magnífico, tan de fantasía, pero en realidad mientras más escuchaba a Tomás, mientras más observaba su rostro que con tanta fascinación relataba historias, mas me lo creía, y más miedo sentía aun.
De pronto Tomás interrumpió el hilo de mis pensamientos.

-No te estoy aburriendo verdad?- preguntó pasándose los dedos a través de su negra cabellera.
-Por supuesto que no, me entretiene muchísimo escucharte hablar, a decir verdad me encanta todo de ti- me mordí la lengua antes de continuar hablando. No podía contenerme con Tomás era como si todos mis sentimientos, mis emociones y mis pensamiento se agolparan de pronto en mi garganta y quisieran salir a borbotones confesando cada una de mis verdades. Definitivamente tenía que aprender a controlar esa reacción.

Tomás rió y siguió caminando y yo ágilmente lo seguí entremedio de las ramas cuidando de no tropezar ni nada por el estilo. Llegamos a un pequeño claro y Tomás me invitó a sentarme, a lo que hice caso inmediatamente. El sol iluminaba su rostro haciéndolo ver completamente angelical, pero intente no quedármele observando durante mucho tiempo, para evitar parecer un tonta deslumbrada, aunque en el fondo si lo fuera.
Desempacamos las cosas y pusimos un mantel para evitar que la comida tocara el suelo. Tomás saco unos sándwiches y yo las botellas de jugo que Tomás me había entregado para que cargara en mi bolso.
Nos dispusimos a comer en silencio, hasta que me decidí hablar, rompiendo totalmente con lo que generalmente era mi personalidad de la chica callada que siempre esperaba que el resto la invitara a la conversación y no que la iniciara.

-Este lugar es muy hermoso- dije.
-Lo es- contestó Tomás- pero no más hermoso que tu. Su comentario hizo que me ruborizara un poco, pero también me causo algo de gracias, por lo que solté una ligera carcajada. Lo que pareció ofender un poco a Tomás.
-Dije algo divertido- preguntó algo confundido y un poco molesto.
-No es nada, es solo divertido escuchar que alguien piense que soy hermosa-contesté.
-Lo eres Danielle, eres perfecta, tu piel, tu cabello todo de ti es perfecto-replicó.
-Por favor Tomás, las chicas de mi clase son bonitas, ellas si lo son con sus cabelleras  rubias y su piel bronceada-contesté poniendo los ojos en blanco.
-Esas chicas no son naturales Elle, son fabricadas, todas siguen el mismo patrón, además la mayoría de ellas no tiene ni una pizca de cerebro o talento, o quizás lo tienen, pero eligen no utilizarlo, en cambio tú tienes todo-me debatió.
-Gracias- fue todo lo que me pude limitar a contestar.
-Realmente es un placer compartir contigo, de pronto te has vuelto en unja especie de placer culpable-dijo suspirando.
-Porque culpable?-contesté preocupada.
-Porque cuando estoy contigo quiero dejar de hacer todo lo que tengo que hacer solo para estar contigo, es como si todo lo demás perdiera valor y sentido y solo tuviera atención para ti, todo lo que quiero es a ti-concluyó. Tragué saliva.
-Cuando estoy contigo, la verdad es que no se que sentir, no sé qué hacer, es como si olvidara respirar, yo…-no pude terminar la frase ya que las palabras dejaron de estar en mi mente y esta se puso totalmente en blanco.

Estuvimos largo rato mirándonos en silencio, observándonos, registrando cada detalle de nosotros. Había tanto que mirar en Tomás tanta perfección, pero a la vez tanta sencillez.

Tomás se puso de rodilla y comenzó a acercarse a mí, yo me quedé inmóvil esperando su siguiente movimiento. Se acercó más hasta que se detuvo justo enfrente de mí. Levantó sus manos y comenzó a acariciar mi rostro.

-Tu piel es tan suave, tus ojos, tu nariz, cada cosa de ti, es maravillosa-dijo justo antes de detener sus dedos en mis labios-tus labios son lo que más me gusta de ti. Se acercó cuidadosamente y presionó sus labios contra los míos, poco a poco nos recostamos en el pasto, sin permitir que nuestros labios se separaran en ningún momento. Tomás acomodó su cuerpo para evitar aplastarme. El beso se hizo más intenso. De pronto tuve la sensación de que jamás me cansaría de Tomás, de su boca, de su lengua, de sus besos, y estaba segura de que en algún momento, me traería problemas.







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