Un sábado por la noche cualquiera, de paseo por Pio Nono, en el barrio bellavista, aun no son las once y los bares ya están repletos de jóvenes que salen a divertirse, risas, conversaciones, mesas abarrotadas de gente con un solo propósito, pasar un buen rato.
Lentejuelas, tacones, y alcohol son la temática de la noche. Niñas paseándose y haciéndose las conocedoras. Cerveza chorreando por todos lados, aquel olor empapa el ambiente, y envuelve a la masa en un estado zombi acompañado de carcajadas sin sentido.
Pasado las once la gente sigue llegando, y más de uno ya paso sus límites y está completamente arriba de la pelota.
Entro a Patio Bellavista, y todo cambia, la gente habla, huele y hasta ríe diferente. Las mesas adornadas no tienen ninguna cerveza. Aquí ya no se toma, se bebe. Pisco sour, vino y tragos exóticos.
Dos realidades completamente distintas, afuera reggaetón, cumbia, dentro el mejor guitarrista de blues de Sudamérica deleita mis oídos con sus deliciosas melodías.
Dos y media de la mañana y vamos en busca de un taxi, la gente afuera ya ni siquiera camina correctamente, y más que arriba, ya están todos dentro de la pelota y algunos abajo de ella.
Aquella niñas ya no se ven por ninguna parte, y realmente no quiero imaginar donde están.
Lentejuelas, tacones, y alcohol son la temática de la noche. Honestamente no quiero ser parte de ello.
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